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La tenebrosa leyenda del Trailero de la Meoqui – Delicias

Hace mucho tiempo, sobre la carretera Meoqui-Delicias, un trailero manejaba a toda velocidad rumbo a Meoqui, pues su esposa estaba a punto de dar a luz...

La tenebrosa leyenda del Trailero de la Meoqui - Delicias
Hace mucho tiempo, sobre la carretera Meoqui-Delicias, un trailero manejaba a toda velocidad rumbo a Meoqui, pues su esposa estaba a punto de dar a luz… (Foto: Google Maps)

 

(Meoqui, Chihuahua).- Hace mucho tiempo, sobre la carretera Meoqui-Delicias, un trailero manejaba a toda velocidad rumbo a Meoqui, pues su esposa estaba a punto de dar a luz y quería llegar rápido a su casa. Le llevaba dinero para lo que se ofreciera. Más cuando iba en la curva, antes de llegar al vado, perdió el control saliéndose de la carretera. leyenda trailero meoqui delicias

El chofer se bajó del tráiler todo aturdido. Se miró el cuerpo y se alegró al darse cuenta que no le había pasado nada. Entonces esperó a que pasara alguien para que le ayudara o lo llevara a la ciudad, pero durante mucho tiempo nadie cruzó por aquel lugar. El hombre se quedó dormido y cuando despertó se sorprendió al ver todo oscuro. No entendía qué pasaba, así que decidió caminar. Caminó y caminó. Avanzó una buena distancia. Sabía que Meoqui estaba cerca y sin embargo, cuando se dio cuenta se encontró en el mismo lugar del accidente…

Al día siguiente hallaron el camión pero no al conductor. De él no se supo nada. Hasta que en una ocasión, años más tarde, un muchacho que manejaba una camioneta se detuvo porque un hombre le hizo señas:

—Amigo, me llamo Javier Cano y necesito con urgencia que mi mujer reciba un dinero porque va a tener un niño. Yo no puedo ir, mi tráiler se descompuso y no lo puedo dejar aquí.
—Sí, señor, con gusto se lo llevaré —contestó el muchacho— sólo dígame dónde vive su señora.

El hombre le entregó un papel en el que anotó la dirección y el nombre de su esposa. Al despedirse, el joven sintió que un escalofrío le recorría la espalda, pues al darle la mano, el señor estaba tan frío como un muerto. El muchacho no le dio importancia, subió a su camioneta y se encaminó a la ciudad de Meoqui.

Al día siguiente fue a buscar a la señora pero no la encontró. Alguien le dijo que ya no vivía ahí, que hacía tiempo se había cambiado. Sin darse por vencido, preguntó en varios lugares hasta que, por las señas del papel, una anciana le indicó dónde vivía. Al llegar dio unos golpes en la puerta y esperó a que le abrieran.

—¿Dígame joven? —le preguntó la señora.
—Perdone, ¿aquí vive la esposa del señor Javier Cano?
—Soy yo —contestó ella— ¿qué se le ofrece?
—Ayer en la carretera, su esposo me pidió que le trajera este dinero, porque se le descompuso el tráiler…
—¡No puede ser! — Lo interrumpió la señora tapándose la boca—Mi marido murió hace veinte años.

Al muchacho le temblaron las piernas, le dejó el dinero a la señora, que se puso a llorar y se fue para su casa todo asustado. Cuando llegó, a penas había cerrado la puerta cuando descubrió frente a él al trailero de la carretera y brincó espantado. Sentía que una fuerza extraña lo invadía.

— ¡Gracias, amigo! —le dijo el muerto con voz cavernosa, mientras desaparecía.

El joven podía escuchar los latidos de su corazón y tardó un buen rato en recuperarse de la impresión. Tiempo después, al platicar con unos amigos, se enteró de que el trailero ya se les había aparecido a otros hombres, mismos que no habían cumplido el encargo del muerto, por eso se les fue secando el cuerpo hasta quedar como esqueletos…


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